La adicción es una señal de que estamos buscando poder y control en el lugar equivocado. En un mundo en el que las personas sienten que cada vez tienen menos control sobre sus vidas pero, en cambio, buscan el poder y la eficacia, muchas sustancias y conductas adictivas estimulan la sensación de que uno ejerce el control, es competente y poderoso, o alivian los sentimientos de impotencia y abandono.
Y uno de los cambios más profundos que exige la abstinencia permanente es aprender a renunciar a controlarlo todo. Una vez que el adicto se da cuenta de que no puede aspirar a controlarlo todo, está dando un gran paso hacia la plena recuperación.
Tratar de controlar las cosas que escapan a nuestro control nos provoca mucho dolor, nos quita energía y hace más difícil que podamos recibir ayuda o afecto de los demás.
Renunciar al control no implica ninguna humillación o incapacidad. Dejar de controlar no significa tampoco ser irresponsable, ya que la verdadera responsabilidad deriva de respetarse a uno mismo y a los demás y hacer las cosas de la mejor manera posible.
En realidad, supone un gran alivio darse cuenta de que uno ni puede ni tiene que controlarlo todo.