En mi vida he estado dos temporadas largas sin beber. Una duró cinco años y la otra tres. En medio, el alcohol. Yo no sabía que era una adicta; el darte cuenta de que eres dependiente no es fácil, aunque –todo hay que decirlo- en mi interior lo sabía. Es muy doloroso y angustiante admitirlo, pero si tienes familia debes dar el paso.
¿Por qué recaí? Porque necesitaba escapar, evadirme (en las dos situaciones) de situaciones insoportables. Intenté comunicarme, reflexionar sobre lo que me ocurría y busqué soluciones. Nada. Al final, lo tiras todo por la borda y tomas una copa. Ya está, ya te has vuelto a enganchar. Otra vez las mentiras, los escondrijos, las justificaciones… Otra vez esa rabia por haber recaído y, para no sentirla, otra copa.
¡Claro que eran situaciones difíciles! Pero no luché lo suficiente. Debilidad humana. No nos gusta sentirnos mal. No nos gustan los problemas. Y lo más fácil es beber.
Vine a CITA porque empezaba otra vez a tontear. Esta vez no tenía un problema o una dificultad, sencillamente ha sido el entorno, la desidia, el aburrimiento lo que me empujaba otra vez a recaer.
Ahora sé que soy adicta al alcohol y que nunca podré bajar la guardia. Tendré que estar siempre alerta, aunque confío en que, con el apoyo de CITA y de mi familia, el auto-control me será más llevadero. Sin el cariño de los que me quieren y están a mi lado y sin un buen apoyo terapéutico, difícilmente sería posible salir adelante. Y ahora estoy aprendiendo a hacer algo totalmente necesario: conocerme a mi misma sin miedos, sin vergüenzas y si tapujos