Hace unos días, una lectora de La Vanguardia publicó en la sección de cartas del director la reflexión que a continuación trascribimos. El texto nos ha servido de materia de reflexión en los talleres grupales de Clínicas CITA. El debate es muy interesante: ¿Habría que prohibir aquellas sustancias susceptibles de ser peligrosas si se abusa de ellas? ¿El uso moderado de alcohol cumple una función social y es beneficioso para la salud? ¿Deberíamos ser más estrictos en la edad de iniciación de los jóvenes a las bebidas alcohólicas?
A continuación, reproducimos la citada carta. Saquen sus propias conclusiones:
‘No deja de horrorizarme lo que nos hemos relajado en cuanto al consumo de alcohol entre los jóvenes y no tan jóvenes. Me reconozco como amante del buen vino, pero cuando oigo hablar de cruceros de alcohol, beber a manguera, beber tequila del cuerpo de otra persona… ¿Hasta dónde? ¿Cómo puede ser que no nos demos cuenta de lo perjudiciales que resultan estas prácticas?
Como dice el médico japonés Hiromi Shinya, además de todos los riesgos que tiene el alcohol con relación a los accidentes y los estragos de la dependencia que puede llegar a causar, el alcohol pasa una enorme factura a nuestro cuerpo. Recomiendo leer en sus libros los efectos de estos atracones en nuestro organismo. Para que nuestro cuerpo funcione adecuadamente necesitamos que todas las enzimas trabajen correctamente y su desgaste innecesario esta ligado a numerosísimas enfermedades (además del envejecimiento prematuro). Metabolizar los deshechos del alcohol representa un consumo ingente de enzimas. ¡Qué despilfarro!
Liberar del cuerpo el alcohol acumulado en una noche de juerga pasa una gran factura. El alcohol deshidrata el cuerpo enormemente. Pensemos en la sed tremenda que tenemos durante la resaca. Cuando el cuerpo tiene esta sed, esta muy deshidratado. Los vasos sanguíneos se contraen para intentar minimizar la pérdida de agua y llega menos riego a zonas importantes como el cerebro. Literalmente, el cerebro se contrae asombrosamente con el alcohol.
Pensemos en el aprecio que le tenemos al propio cuerpo. ¿Estamos dispuestos a seguir maltratándolo de esta manera?’
Cristina Orpinell (Barcelona)