Es muy importante sanar el vínculo con los padres porque es la forma de sanar nuestro vínculo con la vida y con nosotros mismos. Para el hijo, los padres representan simbólicamente la vida. Si estamos en paz con ellos, estamos en paz con la vida.
Todos arrastramos heridas y dolores provocados por nuestros padres. Hay que aceptar que todos fuimos heridos en algún momento, que cualquier relación de intimidad hiere en una u otra ocasión, y que eso no justifica que rechacemos a nuestros padres y lo que vivimos con ellos.
Hay una historia que habla de estos temas: La historia de las monedas.
Una noche, un hijo (o una hija) recibió en sueños unas cuantas monedad de sus padres. El hijo se sintió muy contento, así que, al despertar, fue a la casa de sus padres y les agradeció las monedas que le habían entregado. No valoró si eran muchas o pocas, si eran de un metal precioso o vil; simplemente las tomó y dio las gracias. Esa noche, otra persona tuvo el mismo sueño (todos tenemos este sueño en algún momento de nuestra vida), pero esta persona se sintió mal cuando recibió las monedas y se enfadó. Al día siguiente, fue a la casa de sus padres y les dijo:
- Las monedas que me habéis dado esta noche en sueños no son las que merezco, no son las que necesito, no son las justas ni las adecuadas para mí. Así que no las tomo aunque vengan de vosotros.
Entonces sintió una fuerza extraña, la fuerza que viene de la oposición a la vida, del resentimiento, del victimismo, del afán de venganza, del orgullo, de la vanidad, de la comparación constante con los demás, del ansia de poder…, etc. Porque quien no toma las monedas se sostiene en esta falsa fuerza, mientras que quien toma las monedas se sostiene en la realidad, que en el fondo es lo único que nos puede sostener.
La persona que no tomó las monedas miraba a las mujeres (o a los hombres) y pensaba: ¿Será esta mujer o este hombre el que tiene las monedas que no tomé de mis padres porque no me las dieron de la manera justa y adecuada? Y empezó a buscar las monedas en su pareja, pero la pareja no le pudo dar lo que correspondía a los padres. Luego buscó las monedas en los hijos, pero ellos tampoco las tenían. Las buscó también sin éxito en el poder, en la fama, en la riqueza, pero no las encontró en ninguna parte. Entonces fue a ver a un terapeuta, pues se encontraba muy mal, y el terapeuta le dijo:
- Yo tampoco tengo las monedas.
Pero empezaron a trabajar y el trabajo le llevó a darse cuenta de que debía aceptar las heridas y el dolor, y renunciar a la idea de que sus padres tenían que haber sido o actuado de forma diferente de cómo lo hicieron. Tenía que amar la realidad tal como fue y renunciar a la idea de lo que tenía que haber sido. Y así, finalmente, aceptó las monedas, que representaban todo lo que había vivido con sus padres: lo bello y lo feo, lo alegre y lo triste, lo tierno y lo violento.
Como padres es muy bello cuando un día vienen los hijos y dicen, de una forma u otra:
– Aquellas monedas que me disteis fueron las necesarias y justas. Y con ellas recorro el camino de mi vida. Así que os doy las gracias. Y en todo lo bueno que vivo en mi vida también os tengo presentes.