El alivio del dolor deja no sólo un estado normal de desahogo sino también un tipo especial de placer y satisfacción en su ausencia. El dolor no aliviado puede activar mecanismos endógenos que no sólo reprimen el dolor sino también producen placer. Y aunque la respuesta se considera una reacción anormal, algunas personas derivan un placer masoquista del dolor en sí mismo.
Esta conexión placer-dolor está fundada en la neuroquímica; los opioides endógenos son responsables de la supresión del dolor y de la producción de placer a través de sistemas de recompensa. La misma dualidad parece aplicarse al comportamiento de los adictos a los narcóticos: consumen heroína por placer, pero también para alivio del dolor físico y emocional. Puede resultar, sin embargo, que exista un principio general: que la supresión del dolor y el aumento del placer se transmiten por un sistema de circuitos neuronales comunes.
El descubrimiento de las vías de recompensa y los sentimientos de satisfacción producidos por la heroína y la morfina, sugieren que ciertas clases de satisfacción emocional pueden ser causadas por opioides endógenos liberados en los opioides receptores dentro del cerebro. La famosa ‘sublimación del atleta’ podría ser un ejemplo: es un estado de intensa satisfacción emocional después del máximo esfuerzo físico.
El sello de la acción de un narcótico es la supresión de la ansiedad y la aflicción asociadas con el dolor. Y los narcóticos alivian el dolor emocional, aún en ausencia de dolor físico. Por último, los narcóticos producen satisfacción emocional y placer. Esta mezcla exclusiva de efectos biológicos está de acuerdo con la explicación del porqué estos poderosos calmantes son también fundamentalmente adictivos, especialmente cuando el sufrimiento emocional se deriva de condiciones de vida intolerables. Una rápida dosis ofrece satisfacción inmediata, placer inmediato y evasión inmediata del sufrimiento.