Talleres de Clínicas CITA: Las condiciones para el bienestar de la pareja

Sufre quien tiende a formar una pareja que va en contra de su propia naturaleza, de su propio estilo de vida, de sus propias necesidades, deseos e inclinaciones. Sufre quien quiere adaptarse al modelo de los padres y de la familia en general, a lo que ‘debe ser’, o a determinados modelos sociales imperantes. Sufre quien quiere satisfacer los mensajes que vienen de las frustraciones y penalidades: ‘no te cases y mantén tu autonomía’, ‘no te fíes y mantén a salvo tu corazón’, ‘en la pareja hay que imponerse y controlarlo todo’ ‘ adáptate al otro y todo te irá bien’, etc… Y quizás la más tremenda de todas las esperanzas vanas sea la de que el otro cambiará y por fin se ajustará a lo que deseamos.

En la pareja activamos esquemas afectivos y pautas de relación que se imbrican y engrasan creando un campo compartido de bienestar cuando va bien. Y todo lo contrario cuando va mal.

No hay esquemas preestablecidos, pero sí condiciones que facilitan o dificultan la relación de pareja. Hay criterios que nos permiten reconocer si nos estamos juntando con la persona adecuada o no, si estamos más cerca o más lejos de que el amor se logre. En este sentido, podemos tomar como referencia cinco criterios para reconocer el valor profundo de una pareja. Cuando éstos se cumplen, la pareja vive en armonía.

La primera condición es que sea fácil, que fluya sin demasiado esfuerzo. Que las cosas sean cómodas, que no tengamos que malgastar grandes cantidades de energía en emociones ni se nos obligue a luchar contra éstas.

La segunda condición es que se trate de dos naturalezas no demasiado incompatibles, no demasiado diferentes. Que la comprensión del otro no esté más allá de nuestras capacidades. A menudo, la fascinación amorosa ignora con soberbia la incompatibilidad de dos naturalezas, y las personas creen amarse de buena fe pero carecen de la posibilidad de una comprensión verdadera.

La tercera condición es que los miembros de la pareja sean verdaderos compañeros, que se sientan como tales, acompañados, ya que el otro es también un amigo y la amistad no se desgasta con los años. Que puedan compartir sus peculiaridades, gustos, intereses, diferencias, complicidades. Que tengan a alguien al que entienden y que los entiende.

La cuarta condición es tener fe y confianza plena en el otro. Que no sea necesario temer, desconfiar o protegerse para poder reencontrar un corazón inocente. Que el otro nos inspire una completa confianza sobre la cual se pueda cimentar un amor duradero, susceptible de crecimiento. Que tengamos la convicción de que el otro no nos va a dañar.

La quinta y última de las condiciones es, si cabe, la más difícil de cumplir: el deseo espontáneo de que el otro esté bien, lo cual quiere decir el deseo de que esté bien por encima de nuestros miedos o carencias.

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