Mi primer consumo de alcohol y borrachera fue a los 14 años. Me acuerdo de muchos detalles de ese día (es curioso, me acuerdo de muchos detalles del primer día de consumo de alcohol y de mi primer día de consumo de cocaína) de un total de 2.000 noches de fiesta. A partir de aquel día empiezo a salir todos los fines de semana durante muchos años, siempre bebiendo alcohol. Todos mis amigos y amigas y todas las novias que tuve bebían, era algo totalmente normalizado en mi vida. Esto se potenciaba porque desde los 16 años hasta los 23 trabajé en el mundo de la noche, primero de relaciones públicas y luego llevando yo los negocios de discotecas y pubs. En esa época, aunque veía cocaína, no sentía ninguna atracción por ella. Las borracheras eran bastante fuertes, con lagunas mentales, pero tampoco era algo excepcional. Todo el mundo lo hacía.
Más tarde ampliamos el área de salida a una ciudad universitaria con un gran ambiente, con botellones y salidas hasta las 7 o las 8 de la mañana. Bebíamos de todo: cerveza, calimocho, whisky. El modus operandi era el mismo: botellón para emborracharnos y luego salir por los garitos de la ciudad.
Por decirlo de alguna manera, fui subiendo peldaños: tenía pases gratis y copas para regalar, lo que era un aliciente para que chicos y chicas se acercan y me hiciesen sentir importante (Con el paso de los años te das cuenta de lo vulnerables y fácilmente impresionables que somos). Además, yo bebía gratis. Pronto empecé a tener más dinero que mi grupo de amigos. Invitaba y me gastaba mucho. Iba a todos los restaurantes que mis padres no me habían podido llevar, llevaba ropa de marca, iba a conciertos, tenía un buen equipo de música… Me lo estaba ganando yo. Si no hubiese tenido dinero, ¿hubiese tenido un problema tan grave?
Y del alcohol a la cocaína. Y así empecé una rutina que duró 15 años. De los 30 hasta ahora, ya casado, el ritual ha bajado un poco, pero se ha convertido en un suplicio cada vez que surge el otro yo que llevo dentro, un yo que no me deja parar ni volver a casa como hacen el 99% de la gente.
Sucedieron un montón de encuentros sexuales. Y luego las prostitutas, que veo como el resultado de una falta de control o el fruto de la pérdida de control. Aquí he tenido muchas experiencias, buenas y malas, pero con un denominador común: la cocaína. Por no hablar de la fortuna que he gastado en la contratación de estos servicios.
A veces pienso que es otra persona la que hace todo esto. No soy yo, no tiene nada que ver conmigo. Lo veo como una película desde la perspectiva de una tercera persona. Y me permito criticarlo y enjuiciarlo como si de mí no se tratase. Pero lo jodido es que soy yo.
También he fumado marihuana. Mi primer porro sería con 16-17 años. Siempre he relacionado el fumar hachís o marihuana con estar en alguna casa, de relax o para unas risas, pero nunca para salir. O fumaba de noche, para desconectar. Mi relación con la marihuana fue corta porque me coloca demasiado para el efecto que busco en este tipo de sustancias. He fumado durante 20 años pero durante etapas muy separada en el tiempo. Ahora, cada día que paso aquí me replanteo más cosas de mi vida y quizás me plantee también dejar de fumar hachís.
He tomado también pastillas, siempre en fiestas de música electrónica y siempre me han sentado bastante mal. Me sobrepasan, se me va la olla, desvarío y digo incoherencias.
Con el éxtasis igual que con las pastillas, no me sentaban bien. En Ibiza tuve una experiencia horrible de la que tengo una laguna de 10 horas, aunque también es cierto que estuve 4 días de fiesta. Y estaba con las ultimas fuerzas. Hace 9 años fue mi ultimo consumo.
También habría que hablar de las setas, que a punto estuvieron de matarme, o de ketamina, una droga que no controlaba y que me provocaba la pérdida de los sentidos.
Podríamos decir que, excepto la cocaína, el consumo de otras drogas ha sido experiencial.
Ahora me replanteo aspectos fundamentales de mi vida, lo que siempre he considerado valores seguros que hacían que todo fluyese y funcionase, que me hacían sentir bien y me daban energía para seguir adelante y alcanzar los retos que me proponía. Pero, ¿y si no son los correctos? ¿Y si los planes de mi vida no son los adecuados? ¿Y si la manera con la que me enfrentado a la vida es la que me ha llevado a una clínica de desintoxicación? Y eso me pasa a mí, que siempre he sido ejemplo para multitud de personas (trabajo, familia, amigos) y que siempre he creído que ayudaba a los demás enseñándoles cómo afrontar problemas de todo tipo. Pues va a ser que algo falla en mi engranaje interior. Me avergüenza recordar la cantidad de veces que he hecho sufrir a todos los que me rodean: noches y noches, horas y horas, días interminables en las que tenía a mi mujer sin saber si estaba vivo, si me habían arrestado o si estaba en el hospital. ¿Qué clase de persona hace esto a la mujer que le quiere y le apoya de manera totalmente incondicional? Cuando intento ponerme en su lugar y pensar la angustia y el dolor que ha tenido que pasar se me parte el alma. Pero aun así, lo he seguido haciendo y es algo que ha pasado de manera relativamente habitual. ¿Cuántas veces me habré dicho que tenia un problema de cojones y mi reacción ha sido la indiferencia o el enfado? No es para tanto, le decía a ella y me engañaba yo. Me alivia pensar que mis dos hijas son muy pequeñas y no se han enterado de nada. El viajar continuamente me da la cobertura necesaria para tapar mi estancia en CITA. No tienen porqué sufrir nada de esto si este es el punto final a 20 años de fiestas continuas, drogas y desenfreno.